¿Alguna vez te has puesto a pensar que un espacio tan común como la cocina de tu casa podría, de manera silenciosa, ocasionar enfermedades o lesiones? En muchas zonas, especialmente de bajos ingresos, se emplea el uso de madera, carbón, residuos de cultivo, estiércol, u otros tipos de combustibles sólidos o biomasa para cocinas y calefacciones que generan altos índices de contaminación del aire interior.

¿Alguna vez te has puesto a pensar que un espacio tan común como la cocina de tu casa podría, de manera silenciosa, ocasionar enfermedades o lesiones? En muchas zonas, especialmente de bajos ingresos, se emplea el uso de madera, carbón, residuos de cultivo, estiércol, u otros tipos de combustibles sólidos o biomasa para cocinas y calefacciones que generan altos índices de contaminación del aire interior.

Esta contaminación genera infecciones pulmonares por químicos peligrosos y cancerígenos, además de condiciones perinatales, ceguera e infección del oído medio. En algunos casos, puede ocasionar pérdida de audición, impactando la adquisición del lenguaje y, consecuentemente, afectando el aprendizaje en su conjunto y el desarrollo de aptitudes y actitudes sociales, incluida la autoestima.

Según un estudio de la German Technical Cooperation (GTZ), los niños y niñas de entre 0 y 5 años y las mujeres son los más afectados por las contaminaciones interiores y, por ende, los más propensos a desarrollar las condiciones mencionadas. Sin un debido control, estas afectaciones pudieran derivar en discapacidad permanente, tanto física como sensorial.

Factores que contribuyen al uso inadecuado de la energía

Cerca de la mitad de la población mundial utiliza combustibles sólidos para la cocción de los alimentos. Esto se debe a múltiples barreras culturales, económicas, operativas y de política. A nivel cultural, cambiar el método de cocción de los alimentos representa un gran desafío ya que muchas comunidades valoran los modelos tradicionales, no conscientes de los riesgos implícitos de usar leña para cocinar.

A nivel económico, supone un importante desafío:

El alto costo de las tecnologías para cocción más eficientes (aquellas que usan menos combustibles sólidos y generan menos emisiones)

La limitada oferta de productos innovadores y flexibles

La ausencia de incentivos financieros para proveedores y consumidores

Por otro lado, la menor disponibilidad de leña para cocción está creando un mercado de precios cada vez más elevados. Un estudio en Guatemala, por ejemplo, determinó que poblaciones de bajos ingresos pagan por leña US$ 767 anuales, lo que a veces representa entre el 10% y el 20% del ingreso familiar.

Este creciente costo de la leña es una razón más para buscar alternativas para su sustitución. Asimismo, el reto logístico de llevar las nuevas tecnologías a las comunidades más aisladas y la deficiencia de los marcos regulatorios se suman a estas barreras que contribuyen al uso inadecuado de la energía. En ese sentido, es necesario seguir buscando medidas que ayuden a superar todos estos desafíos.

Avances en la región

El desarrollo de tecnologías de las estufas eficientes de leña, estufas eléctricas de inducción, de biogás y solares ha avanzado mucho. Si bien su costo ha disminuido con los años, aún es inaccesible para la mayoría de la población que la necesita. Actualmente, una tecnología menos sofisticada, como las estufas eficientes de leña, cuesta aproximadamente US$200.00, lo que hace imperante continuar con la búsqueda de productos innovadores y financieramente sostenibles.

Algunos países de América Latina han empezado a dar pasos importantes para disminuir el uso de estufas ineficientes. Guatemala consume en promedio 1,11 toneladas de leña per cápita al año (t/hab), en comparación con 0,22 t/hab que es el promedio de la región. Esto se debe a que casi el 70% de su población usa leña para cocinar, lo que representa el 57% de su matriz energética. Por su parte Honduras, donde el 50% de la población usa leña para cocinar, consume unas 0,71 t/hab de leña anualmente.

Con apoyo del BID, en Guatemala se implementará un proyecto innovador para incentivar el uso eficiente de leña y combustibles alternativos. Se espera instalar al menos 225.000 estufas y lograr una reducción de casi el 50% del consumo de leña en los hogares beneficiarios, así como un ahorro promedio anual de US$360 por familia. Asimismo, en Honduras el Proyecto Mirador ha instalado desde 2004 más de 90.000 estufas eficientes, desplazando al equivalente de 2,9 toneladas de dióxido de carbono anualmente.

 

En busca de soluciones eficientes

El uso de mejores tecnologías y el cumplimiento de estándares de infraestructura son esenciales para proteger la salud, especialmente de las poblaciones más vulnerables. Diferentes tipos de tecnologías, acompañadas de soluciones sencillas como hornos o mecanismos de ventilación, pueden ser adoptadas en edificios residenciales en áreas de bajo ingreso. Los ejemplos de Honduras y Guatemala demuestran que existen soluciones de bajo costo y fácil implementación que pueden ser aplicadas, inclusive, en comunidades más aisladas.

Estas soluciones pueden ayudar a reducir la tasa de contaminación interior a la vez que contribuyen a mejorar los indicadores de salud, especialmente en niños de hasta 5 años. La infraestructura puede ser un instrumento para fomentar medidas de prevención de enfermedades y lesiones que causen discapacidad permanente. Por lo tanto, una mejor infraestructura tiene el potencial de beneficiar a todos de manera exponencial.

¿Qué iniciativas y proyectos de energía sostenible para la salud conoces? Cuéntanos en los comentarios o menciona a @BIDgente en Twitter.